domingo, 30 de diciembre de 2012

Cuando las cosas funcionan da gusto. Cuando no, también.

Ayer tuvimos un concierto en Geria. Guay. Podríamos decir muchas cosas del concierto. Podríamos decir que fallaban los monitores, que teníamos calor, que los micros daban mucha guerra,... Pero en realidad todo eso son detalles. Lo importante es la música, y ayer fue un día de esos en los que la música fluye directamente a través de los dedos hacia la púa y las cuerdas (o la baqueta y los parches y platos, según lo veas).
Y es que tocábamos a ciegas, sin oirnos los unos a los otros como nos gustaría. Ni falta que hacía. ¡Qué compenetración en el escenario madre mía! Igual no nos oíamos casi nada, pero todos sabíamos en todo momento donde estaba cada uno. Tremendo.
Pero esto no hubiera sido posible sin esas más de 350 entradas que se vendieron, que hacían que la gente viviera la música más todavía que nosotros. Porque cuando tienes un público maravilloso de más de 300 personas arropándote, disfrutando de la música y apoyando como si no hubiera un mañana, te cuesta hacerlo mal.
Y como siempre, un honor tremenso calentarles el escenario a Los Vamos, que llegaron después de nosotros a rematar la faena. Y vaya si lo hicieron, madre mía.
Si a cualquiera de los cuatro nos ofrecieran ahora mismo pasar una noche como la de ayer cada finde, firmaríamos donde hiciera falta. Ha sido alucinante. Y volverá a serlo. No sabemos cuando, pero volverá a serlo.

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